Luchar contra la infertilidad no ha sido un camino fácil, es un cúmulo de sentimientos que te apachurran el alma… Eran negativos tras negativos y un sentimiento de tristeza que no se le deseas a nadie, y así fue cuando descubrí el terrible monstruo al que me enfrentaba y al fin pude darle un nombre: la infertilidad.

Me casé muy joven, antes de los 17 años, desde entonces el sueño de tener un bebé se hizo presente. Los años fueron pasando y en el largo trayecto hice mil cosas, conocí muchos doctores e incluso cuando me tocó trabajar en una comunidad fui con la partera, ya como una acción desesperada porque no llegaba ese positivo.

Luchamos tanto por embarazarnos que en el camino sufrimos tres  separaciones, pero fue en la última ocasión que decidimos intentar de nuevo vivir juntos mi esposo y yo, nos casamos por la iglesia y nos acercamos a servir en un grupo para matrimonios, todo parecía ir mejor entre nosotros y después de tanto suplicar y pedir a Dios nos concediera el milagro de ser padres, en el 2017 conocí por facebook a un biólogo de la reproducción humana, y desde entonces mi vida cambió…él nos dio el diagnóstico real de mi padecimiento «síndrome de ovario poliquístico» como yo ya había tenido muchos intentos con tratamientos hormonales, lo único que quedaba por hacer era una FIV, y fue ahí donde la aventura comenzó.

Este tratamiento es tan desgastante físico, emocional y económico; comencé con la estimulación ovárica, luego tuvimos que viajar de Chiapas a la CDMX a la extracción ovárica y esperar ahí para la implantación de los embriones, si bien es cierto lo más difícil le toca a la mujer en este tipo de tratamientos, tampoco debemos dejar de lado lo que le corresponde a los hombres, pues mi esposo también tuvo que pasar por procesos difíciles en cada estudio y al final en la recolección de sus espermatozoides.

Los días antes de hacerme los análisis para saber cómo nos había ido parecían eternos, cuando llegamos y nos dijeron que estaba embarazada, no lo podía creer, pero esta felicidad comenzó a apagarse poco a poco pues antes de ir a la cita con el doctor tuve un sangrado y la amenaza de aborto comenzaba, nosotros hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, pero al llegar a la cita (casi dos meses de embarazo) no hubo latido, (y hasta hoy puedo decir que ha sido el peor día de mi vida), perder a un hijo sea de los días, semanas, meses que sean, duele y es un vacío que jamás se llena.

Hundida en mi tristeza y sin ganas ya de nada, pasamos algunos meses, le pedí tanto a Dios que aliviara mi alma y poco a poco comenzaba a ver la luz en aquel túnel obscuro.

Fue 7 meses después, en diciembre del 2018 que decidimos intentarlo de nuevo, en esta ocasión con embriones congelados, fuimos de nuevo de Chiapas a la CDMX a la transferencia embrionaria, justo después de eso el médico me explicó qué debía inyectarme anticoagulante en la “panza”, esto porque antes de ir a México por segunda vez descubrimos que tengo trombofilia (mi sangre coagula) en el embarazo, producimos más fluido sanguíneo y con el anticoagulante evitaría posibles amenazas de aborto y podría tener un embarazo de termino.

En total recibí 266 inyecciones durante todo mi embarazo, los primeros días dolían mucho, pero después comencé a tomarle cariño a cada piquete, pues esa era la única forma de que mi hijo estuviera creciendo bien dentro de mi vientre.

Mi bebé arcoíris llegó a mi vida en agosto del 2019, después de 10 años de matrimonio, vino a salvarme la vida y a confirmarme que Dios es bueno, es bueno todo el tiempo, que sus tiempos son perfectos y que él siempre tiene el control.

Mi bebé milagro goza de mucha salud, es un niño amado, esperado, deseado, es la razón de mi existir.

Si bien es cierto que nunca se olvida al monstruo de la infertilidad, es un tema que siempre duele, en la actualidad habemos muchas mujeres que padecemos de eso, y hay mucha apatía al respecto.

A todas las mujeres que están en la misma situación que yo, les abrazo con el alma, el camino no es fácil y es doloroso, pero siempre hazlo con el alma, con mucha fe, Dios tarda aveces, pero nunca falla.

 

Brisa