Mi primer embarazo fue sin buscarlo, sin pedirlo, sin ni siquiera imaginarlo, ahora que lo pienso y a la distancia, he llegado a pensar, ¡que tal vez fue un milagro!

La infertilidad secundaria ha sido la experiencia más dolorosa y triste que me ha tocado vivir, cada mes se rompe mi corazón, mis esperanzas se desmoronan, me invade un vacío y un miedo inexplicable a nunca volver a sentir una vida dentro de mi cuerpo; mis ojos se llenan de lágrimas y mi alma grita, reclama y se enfurece por no poder lograr algo que tendría que ser natural y por lo cual he orado con todas mis fuerzas, incluso hay días que he suplicado con el corazón destrozado…

Hay días que pretendo no tener más fe, no guardar más esperanzas; me siento tan cansada de esperar, de llorar y suplico no sentir más este deseo tan inmenso de tener otro hijo, pero el consuelo no llega.

Al pasar los días, mi corazón retoma su latir y comienza nuevamente a soñar, a revivir todo aquello que me hace desear con todas la fuerzas de mi ser que esa bendición llegue por fin a nuestra vida y es cuando regresa la fe, la esperanza y el ánimo para volver a intentarlo una vez más.

He pasado por este proceso que les comparto por casi tres años, tres años que me han costado muchas lágrimas y dolor. Leo todos los testimonios de Mom To Be y me siento identificada; algunos de ellos me hacen agradecer con el corazón lo que tengo, pero también confieso que hay algunos que me hacen envidiar la suerte de muchas, es un constante sube y baja que no tengo que decirsélos porque pasan o pasaron por lo mismo que yo.

No hay día que no piense en la infertilidad, no hay día que no pida la oportunidad de una nueva vida en la mía y es increíble todo lo que puede llegar a pasar por la cabeza de quienes vivimos este desafío y esta lucha por lograr ser padres.

En mi caso, me dicen que no hay un problema físico aparente, es la edad que me está dando esta mala jugada, o tal vez el mismo Dios a quien se le olvidó mandar otro ángel a mi vida (lo cual me aterroriza pensar porque si es así, mis esperanzas se desmoronan).

No sé si algún día lograré ese anhelado positivo, no sé si algún día pueda volver a sentir esas pataditas en mi vientre que son como caricias al alma, no sé hasta cuándo tendré la fuerza para seguir intentando y superar esta prueba que la vida que me ha puesto.

Pero hoy con el corazón en la mano, con toda la fe y esperanza que pueda guardar en mi corazón, le pido a Dios me envíe pronto un ángel al que ya amo con todo mi ser y que prometo cuidar para siempre.

A ti que me estás leyendo, y que estás pasando por la tristeza llamada infertilidad,  te abrazo con el corazón y pido a Dios que pronto tengas entre tus brazos a ese tan anhelado ser que vendrá a bendecir tu vida, como ya lo hizo una vez conmigo.

MARÍA