¡Hola, Mom To Be! Me gustaría muchísimo compartirles mi historia, pues he visto todos los testimonios en esta búsqueda de lograr un bebé, y a veces pienso que si esta información me hubiera llegado antes, mi historia hubiera sido distinta.

Mi nombre es Ruth y desde que recuerdo siempre tuve una meta muy clara y fija: desarrollarme como profesionista. Fue así que me casé hasta los 36 años, sin embargo, esa falta de información alrededor de la fertilidad nunca me hizo pensar que los óvulos van disminuyendo y envejeciendo como uno, jamás pasó esa idea por mi mente…(gran error porque me llegué a hacer tantas preguntas y me sentí muy culpable por no buscar a mi bebé desde que me casé).

Llegué a los 41 años y fue cuando decidí que era momento de buscar a nuestro bebé, se me hizo fácil ir con un ginecólogo y me retiró las pastillas anticonceptivas, pensé que me embarazaría a lo mucho en dos meses, cosa que lógicamente no ocurrió.

Pasaron unos meses y regresé con el ginecólogo, me recetó un medicamento para inducir la ovulación, me dijo, “de ahora en adelante, el calendario será tu mejor amigo y debes tener relaciones sexuales sobre todo estos días”. Así pasé tres meses eternos, sin ningún positivo.

Fue entonces que recurrí a una clínica que me recomendaron mucho, aquí de mi ciudad, en Cuernavaca. Llegué y el doctor era extranjero y yo sentía que más que verme como paciente, me veía solo como otra entrada de dinero. Me recetó lo mismo que el ginecólogo pasado, más unas inyecciones de gonadotropina.  Pasaron los días y yo seguía sin entender bien qué no funcionaba, y pues tampoco recibía respuestas claras del médico.

Cada consulta tenía muchas dudas y le preguntaba al doctor, ¿qué pasos seguir o qué debo realizar? y solo me decía, “lo veremos más adelante”, ahí pensé, seguro me dirá en la próxima consulta (que no son nada económicas). Ahí decidí cambiar de médico y no solo ir con un ginecólogo sino con un especialista en fertilidad.

Pasaron meses y cada que llegaba mi ciclo menstrual se convertía en el día más doloroso, más impotente, de mucho llanto de pensar, de sentirme culpable, de envidiar, de tener sentimientos de dolor y tristeza. En fin, pero poco a poco debía recuperarme para volver a intentarlo otra vez.

Ahí fue cuando me senté a platicar con mi esposo y pensar que el siguiente paso era comenzar en las clínicas de fertilidad. Así que, por cuestiones principalmente económicas y de comodidad, decidimos comenzar aquí en nuestro estado.

Comencé con estudios y el primero fue el de la histetosalpingografía (de los peores días de mi vida). Me citaron a las 7 de la mañana, me atendió una doctora que no me pudo realizar bien el estudio, me dijo que porque no entraba completa la cánula y al final me dijo, “pues de todas maneras tienes las trompas tapadas y ya sabes lo que eso significa”, me fui de ahí llorando y antes de que me retirara, me dijo que si me podía hacer un ultrasonido por que había visto algo que quería confirmar. Mi mente comenzó a volar, ya no solo era el tener las trompas tapadas, ¿ahora ya era algo más? ¿cáncer, tumor, qué era?

Después de 1 hora eterna, pasé al ultrasonido, después de buscar y buscar, la doctora no se explicaba qué había visto y ya no estaba, y repetía, “¿no tienes dolor?”, y yo respondía, no.  Aunque el dolor del alma, ese sí estaba más fuerte que nunca. Al terminar me dijo que me pasaría con otro doctor para volver a realizar la histerosalpingografía…otra vez (a esas alturas el analgésico que me habían recetado ya había perdido su efecto).

Esperé otra hora más hasta que se desocupó la cabina, un doctor muy amable, que seguramente vio mi dolor y cara de mi incertidumbre, que fue lo bastante cálido y amable, me dijo,  “te va a doler un poco”. En 5 minutos estaba pasando la cánula, misma que la otra doctora nunca pudo (y mis trompas estaban destapadas) y él me dijo, “ya ves”. Y así volvió mi alma al cuerpo. Salí a las 3 de la tarde, después que decían que este estudio a lo mucho tardaba una hora. Tenía sentimientos encontrados, demasiado lastimada pero “medio contenta” porque mis trompas estaban destapadas.

Recurrí a una clínica y jamás imaginé los gastos: análisis, ultrasonidos,  tratamiento. Me tenía que inyectar a diario y al final el mismo resultado, fue cuando me dijeron que en un estudio de las trompas, la izquierda estaba llena de agua y que tal vez tendría que entrar de emergencia a cirugía, a lo que dije, no, hasta no pedir otra opinión, al final terminé por regresar con mi ginecólogo de cabecera a terminar ese ciclo, no pasó nada.

Terminó el año y decidí recurrir a las clínicas de la CDMX, para ya no perder tiempo ni mas dinero, y a finales de enero ya había hecho mis citas y visto las clínicas a visitar, ahí decidí que solo mi hermano me acompañara en esto, era doloroso para mí ver a mi esposo, que por los estudios hechos a él hasta ese momento estaba sano y bien.

Llegué a la primer clínica y antes de pasar a la consulta, te cobran, eso es un poco incómodo, pero bueno, pensé “no estamos en mi ciudad”, “estamos en la Ciudad de México”. Ahí me pasaron con el doctor Torres, quien me hizo un ultrasonido y me dijo que la recomendación era la FIV, aunque yo ya había investigado y pensaba que me convenía más la ovodonación, y él me dijo, que lo que yo quisiera. Me pasaron una hoja de los estudios, requisitos y con la contadora, que cuando me dio los planes de pago, eran:  un mes para dar el 50%  de un tratamiento de 80 mil pesos, tenía 25 días para reunirlo y al terminar el año, el otro 50%, les dije que lo estudiaría, así de momento no estaba en mis posibilidades.

Fui a la siguiente clínica,  me atendió otro doctor, más joven, y uno piensa, en serio tendrá experiencia”, él después de ver mis análisis me dijo hay 60% por ovodonación por la edad, dame 3 meses para preparar a tu esposo y a ti, ¡y lo intentamos! Pero me dijo algo que nadie me había dicho, aunque tus niveles son mínimos estás mal de la tiroides, me dio una receta para tomar un medicamento para estabilizar mis niveles (ya para toda la vida) y me dijo, “confía”. Porque no me quedé con las ganas, si le dije que por qué tanto médico y nunca me dijeron, y me volvió a decir, “confía en mi experiencia por favor”.

Y así fue, a los 42 años, decidí quedarme en esa clínica, firmé contrato y dejé un pequeño adelanto, regresé a mi ciudad con la convicción de juntar ese dinero y para final de año terminar de pagar ese dinero. Mi hermano que me acompañó, regresó con los sentimientos a flor de piel, después me enteré que le había dicho a mi papá que se sintió tan impotente de no poder resolver eso y quitarme el dolor que llevaba, yo nunca me vi así,  pero así me vio él.

Por no dejar en mi ciudad fui a ver a otra ginecóloga muy reconocida,  que lo primero que me recomendó fue quitarme el tratamiento para la tiroides (recomendación que gracias a Dios no hice caso) y decía que debía hacer otro estudio de trompas y comenzar el tratamiento en un mes. También aseguraba que estaba muy delgada por ese  medicamento y que no lo necesitaba, pero no, yo estaba delgada porque ya estaba con un nutriólogo mejorando mi alimentación, y no por la pastilla que llevaba 2 días tomando.

Ya con todo eso y dejando vitaminas,  pastillas y todo, me enfoqué en conseguir el dinero para mi tratamiento, mi papá jugó un papel muy importante, se convirtió en mi coach. Ese hombre de 80 años a diario animándome, levantándome, presionando con seguir con mi negocio y diario me decía,  ¡es una meta y hay que cumplirla!

Había días que me veía casi rendirme, y era irme a levantar para seguir. Pasaron 4 meses en los que olvidé contar los días y seguir mi vida enfocada en el dinero cuando me di cuenta que llevaba 2 días de atraso, no le tomé importancia,  tantas veces que había pasado y no pasaba nada, esos 2 días se convirtieron en 7, y fue cuando me acordé lo que me dijo mi ginecólogo, después de 7 días debemos pensar otra cosa, ¿y que fue lo que pensé? “seguro ya entré a la menopausia”, y mi terror fue  pensar que no me pudieran hacer el tratamiento. Hice cita con el ginecólogo de mi ciudad y llegué diciendo que me revisara por la menopausia.

El doctor,  coherentemente me dejó hablar y me dijo, “hay que checar y hacer una prueba de embarazo y el ultrasonido”. Al revisarme me dijo,  “¡aquí hay embarazo!”. Y yo no podía creerlo…

Me mandó por la prueba y sí, efectivamente, tenía 5 semanas, pero era tanto lo que me habían dicho y por mi edad, que debía esperar 2 semanas para que latiera el corazón, fueron las dos más largas semanas de vida. Y después vino, superar el miedo de los tres meses…en verdad cada día sentía un miedo terrible.

Hoy tengo 7 meses de embarazo, la mayoría dice, ¿cómo a tu edad de forma natural? Un doctor dice que fue solo regular mi tiroides, contacté al doctor y le dije del embarazo (ya no trabaja en esa clínica) pero sigue por su cuenta y me recordó, ¡te dije confía!

Comunidad Mom To Be, aunque el miedo no se va, y el dolor de todo lo que pasé, tampoco, hoy mis lágrimas son de felicidad, ¡por el milagro que me cambió la vida!  En verdad todavía no sé qué hice tan bueno para poder embarazarme, pero solo sé que debemos confiar en seguir y luchar el sueño de tener nuestro bebé. Esa es mi historia…

Ruth