Bien dicen que para el amor no hay edad, pero al parecer para un embarazo sí. Yo decidí retar esa idea, pues sentía que había un millón de cosas que quería hacer antes de convertirme en mamá.

“La ciencia es TAN avanzada, que seguramente podré tener un bebé a la edad que yo deseé, sin ninguna complicación”. Ese era mi pensar. Ya sé…algo absurdo e irreal, pero creo que todas lo hemos llegado a creer.

Pasados los 38 decidí que era un buen momento, personal, económico y profesional para sumar una felicidad más a mi vida…un bebé.

Ahhh, se me olvidaba comentarles un pequeñísimo detalle: en ese momento no salía con nadie y obviamente no tenía planes de casarme pronto. ¿Creen que eso me detuvo? ¡Pues, no! Yo lo que quería era ser mamá, tener un hermoso bebé al cual cuidar y ver crecer, no una pareja.

Así que en el momento en el que me decidí a convertirme en mamá, comencé a ver mis opciones. Platicando con mi médico, decidimos ir por la in Vitro. Yo estaba súper emocionada, pero a la vez mega apanicada pues era yo y mi soledad pasando por toda esta aventura.

Contrario a lo que yo creía, embarazarme no fue fácil. Tardé cerca de año y medio para que llegara el momento en el que escuchara a mi médico decir “¡felicidades Alma, serás mamá!”.

Desde ese momento los cuidados que ya tenía, se multiplicaron a la “n” potencia. No quería que nada ni nadie interfiriera con el buen desarrollo de mi bebé.

Lo que no me esperaba era que durante una de mis revisiones, el doctor me dio una noticia que me dejó paralizada y, por primera vez en mi vida, sin poder articular palabra alguna… “tienes diabetes gestacional”.

Sentí como si el estómago se me cayera al inframundo, un hueco horrible y una sequedad en la boca que nunca había experimentado. Pero ¿por qué?, ¿Por qué está pasando esto si estoy cuidándome al extremo?

El médico me explicó que hay ocasiones en que las hormonas producidas por la placenta para el buen desarrollo del bebé, bloquean la acción de la insulina del cuerpo; causando insuficiencia de insulina, lo que deriva en diabetes gestacional.

Esto trae problemas tanto para la madre, por la falla de insulina que el cuerpo necesita, pero también representa un riesgo para el bebé; ya que la glucosa de la sangre debe pasar a través de la placenta directo al bebé, que producirá mayor cantidad de insulina. Teniendo en cuenta que el bebé recibe más energía de lo normal, ésta se convierte en grasa lo que puede generar macrosomía, es decir, un bebé de alto peso.

Al escuchar esto no podía evitar pensar en toda la conversación alrededor de la diabetes, y comencé a asustarme. Pero mi doctor comenzó a decirme que me tranquilizara, que lo más probable era que, al seguir todas las indicaciones, los niveles de glucosa retornarían a la normalidad después del parto.

¡No se diga más! A seguir todo tal y como lo dicte el médico, y crucemos los dedos para que todo salga bien.

Alma