Extraño la época en la que la decisión más difícil era elegir entre chocolate y vainilla para mi helado. Hoy la vida me pone en una situación en la que tengo que escoger entre someter mi cuerpo a una serie de pruebas y riesgos, o dejar a un lado mi ilusión de tener un bebé.

Desde que el médico me dijo que sería muy complicado que lograra un embarazo de forma “natural”, sin el empujoncito de la ciencia, comencé a ver mis opciones, participar en grupos de apoyo, investigar sobre los pros y contras de cada técnica que escuchaba. Todo lo necesario para filtrar mucho más rápido los métodos que parecían iban más conmigo y evitar perder el tiempo.

Así fue como llegué a la fertilización in vitro (FIV), en los grupos no paraba de leer esta opción y de cómo varias de esas mujeres son ahora madres de bebés hermosos y saludables, gracias a ella. “¡Esa podría ser yo!”, y con ese pensamiento regresé con mi médico y le expuse que ya sabía lo que quería, y quería tener un bebé mediante una FIV.

El doctor comenzó a escribir en una receta un listado de estudios que debía realizarme y en otra una serie de medicamentos. Mientas hacía esto, me comentaba que necesitaba ser paciente, que estos procedimientos pueden no funcionar a la primera; que sería excelente para mi salud emocional, ir a todas mis consultas acompañada de mi pareja…al final, esto es de 2.

Todo iba bien con las indicaciones, hasta que los “riesgos” aparecieron en la conversación. Ahí, la seguridad que tenía en mi decisión…se vino abajo.

No voy a mentir, los términos como la hiperestimulación ovárica, embarazo ectópico tubárico y cáncer ovárico, me erizaron la piel, y comencé a sudar casi instantáneamente.

Sentí miedo, y sé que es absurdo, porque en teoría ya había leído todo sobre la in vitro. Pero fue hasta el momento en que empecé a hacer mayor conciencia sobre los riesgos que paré en seco al doctor y le pedí que me diera más tiempo para decir qué quería hacer.

En verdad admiro a las mujeres que son TAN valientes que, a pesar de los riesgos, se someten a estos tratamientos sin titubear. Pero yo…yo tengo que pensarlo y platicarlo con mi marido, ya que él también va a estar metido en este torbellino.

Diana