Sé que para la mayoría de ustedes, hoy es un martes cualquiera…pero para mí, es el mejor día del mundo mundial.

No, no empecé el fin de semana antes de tiempo, es algo mil veces mejor. El día de hoy por fin pude visitar al médico para realizarme una transferencia embrionaria.

Normalmente me daría mucha pena hablar y sobre todo escribir sobre esto (no sabes quién pueda estar recibiendo el mensaje), pero hace mucho que no sentía estas mariposas en la panza y estos nervios, pero no de ansiedad…sino de felicidad y esperanza extrema.

En cuanto salí de mi clínica de fertilidad, sentí todo diferente. Era como si por primera vez en mucho tiempo, fuera consiente de todo lo que siente mi cuerpo. No les voy a mentir, al principio resultó algo angustiante… cada sensación nueva me hacía pensar en lo peor.

Pero recordé que el médico me dijo que era totalmente normal, al buscar con tantas ganas un bebé, uno se enfoca más en todos los síntomas que puede percibir el cuerpo, para evitar un final triste o celebrar el inicio de una nueva historia.

Bien dicen que la información es oro; y en este caso soy una fiel prueba de este dicho.

Yo no tuve ninguna vergüenza en preguntarle a mi médico todo lo que se me venía a la mente: que si tenía que caminar con las piernas cruzadas para que no se saliera mi embrión, que si tenía prohibido comer ciertos alimentos, que si algún medicamento era contraproducente, que si existían algunos síntomas a los que tenía que estar atenta…todo para evitar que alguna situación me agarrara desprevenida.

Así que…durante las próximas 2 semanas (eso es lo que se tarda en llegar la noticia de convertirme en mamá o no) debo estar alerta, pero sin entrar en pánico, ante:

  • Ligeros sangrados
  • Mareos
  • Cólicos
  • Hinchazón de los senos

Crucemos los dedos y esperemos que este embrión tan deseado y cuidado, quiera que me convierta en su madre.

Pilar