¿Recuerdan a Miguel, mi amigo? No había tenido noticias suyas desde principios del mes, hasta que ayer me llamó por teléfono. Acordamos ir a cenar, “algo tranqui” porque era domingo y ambos teníamos que trabajar al día siguiente.

 

 

Durante la cena platicamos de nuestros trabajos, de amigos en común y de un sin fin de cosas más; todo era felicidad, hasta que Miguel se puso serio y comenzó a hablar sobre nuestra salida anterior.

 

Me dijo que una de las primas de María les había recomendado un médico y había decidido visitarlo. Comencé a sentir un poco de ansiedad, pues el tono de voz de mi amigo no era muy alentador.

 

Lo que me confesó después me dejó helada y por un momento me sentí súper culpable por haberme alterado tanto la última vez.

 

Miguel me contó que después de varias visitas al médico y de muuuuchos más exámenes que ponían a prueba el estado físico tanto de María como de él, así como el funcionamiento, estado y movilidad de sus espermas…el diagnóstico exponía que el infértil era él, no su esposa.

 

Lo abracé. Lo miré a los ojos y le dije que todo estaría bien. Él me confesó que muy en el fondo siempre supo que el del “problema” era él, pero que era mucho más fácil lidiar con la idea de que era culpa de María o del estrés por trabajo o simplemente mala suerte. Pero se había dado cuenta que al tratar de sentirse mejor consigo mismo, estaba lastimando a la persona que más amaba en el mundo y que eso no era justo.

 

A la par de visitar al especialista en biología de la reproducción, también estaban viendo a un psicólogo; ya que habían decidido obtener toda la ayuda necesaria para vivir esta situación de la mejor forma posible.

 

“María ha sido increíble conmigo, pero siento que me mima demasiado y eso me hace sentir como si estuviera enfermo”. ¡Pfff! Después del bombardeo de noticias, esta frase me hizo detenerme a pensar en cómo he manejado la situación con Carlos. Si bien el médico no ha sido tan tajante con nuestro diagnóstico, creo que en el afán de protegerlo y apapacharlo, puedo haber hecho que se sintiera como Miguel.

 

Pedí un café y le dije a mi amigo que debía tomarlo con calma; ya que cuando entras en ese campo de batalla contra la infertilidad…”el que se desespera, pierde”. Lo que hará la diferencia entre seguir intentando o darse por vencidos (lo que hacen cerca del 33% de los hombres), será el apoyo que se den como pareja.

 

Hace mucho no tenía una cena en la que se me abriera todo un nuevo panorama. Al hablar con Miguel me di cuenta que el papel de “LA ROCA” no tiene que ser siempre del hombre, ellos también necesitan un descanso y es por eso que somos una PAREJA.

 

Y ustedes, ¿qué tanto adoptan el papel de “LA ROCA” en sus relaciones? En verdad me gustaría leerlas.

 

Ana